lunes, 5 de julio de 2010

Siempre Kafka



Robert Crumb y David Zane Mairowitz: “Kafka”
Redaccion



Autores: Robert Crumb y David Zane Mairowitz
Traductor: Leandro Wolfson
Editorial: La Cúpula
178 páginas. 20 euros.

CUATRO TINTEROS

La vida y la obra de Kafka dan para mucho: sus imaginarios métodos de extinción, su obsesión con la figura paterna, sus abortadas relaciones sentimentales y su castigada dedicación a la escritura nutren el brillante texto, a caballo entre la biografía y el comentario crítico, que Crumb ilustra con oscura profundidad en este libro donde también versiona en viñetas las principales obras del checo, de La metamorfosis a El Proceso.

A la brava: Kafka y Robert Crumb juntos son como Serrat y Machado, como Kubrik y Nabokov, como Shakespeare y Lawrence Olivier… Pero, ¿juntos por qué? En 1993, el desconocido David Z. Mairowitz preparó un texto de iniciación a la vida y obra de Kafka para la popular colección ilustrada Introducing…, en español publicado como Kafka para principiantes. El encargado de plasmarlo en imágenes fue un genio del cómic underground llamado Crumb, hoy mundialmente conocido por un talento y un carácter políticamente incorrecto que han acabado siendo carne de museo. El encargo trascendió los límites de la colección hasta el punto de que el lujurioso, sardónico y católico dibujante halló una singular comunión con el atormentado judío checo. Tal fue su dedicación, ampliada después con versiones ilustradas de sus principales textos, que el trabajo se convirtió en 2005 en la edición especial llamada El Kafka de Crumb. Ahora, La Cúpula lanza aquí el volumen en formato de relumbrón para goce y disfrute de los aficionados. Las viñetas son tan certeras y evocadoras, las adaptaciones tan precisas, la visión de esa cucaracha que el praguense nunca quiso en imágenes tan ácida e inagotable que el libro es una joya para todos, igual los obsesos del tebeo que los expertos en el gran clásico literario del siglo XX, lo mismo los neófitos que los mitómanos. Incluso el notable texto de Mairowitz parece al fin fecundo. Hagan la prueba: miren las páginas 176-177 y decidan, si pueden, huir sin comprar el libro.

Por Ricard Ruiz Garzón

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