Una de las libreras que está instalándose en Urueña dijo ayer en una entrevista que ella cree que los libros curan. Yo también lo he creído siempre, por eso, al oírselo decir a ella, me sentí corroborada en mi creencia. Verdaderamente, fue una gran satisfacción para mí saber que no estoy sola en esa fe sanadora del libro.
En estos últimos tiempos, después de muchos años de considerar el organismo humano como una maquinaria, todo lo compleja que se quiera, pero maquinaria al fin y al cabo, con el aditamento de las hormonas y demás (¡Cuánto me he acordado del Naturalismo Literario, debido a esta simplificación científica!) se ha llegado a la conclusión de que el espíritu,o lo mental, o el alma- llámenlo como gusten- también está ahí. Sí señores, también está ahí. Y por eso, el individuo humano, que es todavía más complicado de lo que se pensaba, enferma de cosas intangibles e imposibles de apreciar en un análisis de sangre, una radiografía o la más sofisticada técnica de diagnóstico que se nos pueda ocurrir. Y sufre, mucho, además. Así es que no hay más remedio que admitir que somos una misteriosa conjunción de cuerpo y mente. Y que la mente muchas veces- muchísimas- puede encontrar alivio en las experiencias ajenas, si es que son similares a la suya, y en la introspección, y en la meditación. Y otras veces, desbordados por el ritmo diario que impone nuestra deshumanizada sociedad de la competitividad(¡qué palabreja!) nada nos puede relajar más que un rato de buena lectura. Y que si estamos solos, verdaderamente solos, un libro puede ser compañía. Tantas cosas podrían decirse a propósito de este tema...Sin embargo, hay una que debo resaltar: si la mente influye en el cuerpo- cosa que ya nadie discute hoy en día- un libro puede ser una buena medicina para la mente y también, evidentemente, para el organismo.
Así pues, remedando la recomendación consulte a su farmaceútico, yo les hago otra que viene mejor al caso que nos ocupa
Cúrese con libros, pero CONSULTE A SU LIBRERO.
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