sábado, 31 de mayo de 2014

UN LIBRERO DE PROVINCIAS



UN LIBRERO DE PROVINCIAS

    Intento escribir estas letras colocándome en una posición distante y ecuánime, aunque de antemano sé que será imposible.
    Permitirme presentarme como un “dinosaurio”, del que todos conocéis, al menos, su final. Así me siento yo. En vías de extinción. Y espero que no sea por una mala digestión ni por un enorme meteorito (de este modo alguien quedará como muestra de nuestra existencia).
    Soy librero, vocacional e independiente, de una ciudad de provincias como tantas que hay en nuestro territorio “apátrida”.
    Comencé con este sueño de vivir junto a los libros desde muy, muy pequeño. La lectura era en aquellos años una pasión arrolladora, no me importaba estar horas y horas desmigando aquellos personajes, situaciones o lugares, el tiempo no transcurría mientras viajaba junto a esas manchas de tinta negra sobre papel, o sobre mis primeros tebeos o cómics que me descubrían otra forma de leer, aunque sabían a poco por su brevedad entre mis manos. El tiempo libre lo dedicaba a disfrutar y a buscar entre las palabras, la descripción o el pasaje que  me hiciera vibrar y encontrar ,tras la historia, al escritor.
    La vida me fue llevando por otros derroteros, hasta que decidí que los sueños están para ser hechos realidad, abandoné mi trabajo y con mucho esfuerzo y mucha ayuda de la familia, me embarqué en abrir una librería. Año 2000. “¡Estás loco!”, “Mejor abre una tienda de informática”.  ¡Pues no!
    Comenzar a recibir las cajas de novedades, ir tocando uno a uno todos aquellos libros, la mayoría grandes desconocidos, mirar con cariño los nombres de escritores, traductores, ilustradores; comenzar a conocer tantas y tantas editoriales que, aunque consideradas “pequeñas” son las grandes de la edición española, con un catálogo diferente al del lector de impulso o de best-seller, las más de las veces, pero con libros magníficos por su contenido y extraordinarios en su presentación; comenzar a entender cómo funciona este mundo desde dentro era lo preciso para dedicar el resto de mi vida a cumplir este sueño.
    Fueron duros los dos primeros años, muy duros, pero el esfuerzo mereció la pena.
    Y llegó la “crisis”. Así llaman a la desfachatez y el robo de algunos contra la mayoría. Pero no escribo por esto. Comienzan a bajar las ventas, según las estadísticas llevamos cinco años de bajada imparable. Desaparecen de todas partes las actividades y los mensajes de promoción de la lectura, acompañadas de sus ayudas por parte de cualquier administración púbica. Van cerrando librerías, algunas vetustas, con una historia literaria propia entre sus paredes. La mayoría de las veces sólo los clientes más asiduos se percatan de ello.
    Mientras, algunas editoriales, “grandes” editoriales, han de cuadrar números y nos inundan las estanterías de novedades que casi nunca interesan a nadie, o libros de impulso que pasado un mes han sido olvidados y arrinconadas por nosotros y destruidos por ellos, pero así mantienen una facturación constante y no se percatan de que van asfixiando al cliente, al librero. Otras “editoriales” aprovechan el vacío legal tras la Ley del libro de 2007, en lo referente al libro escolar o de texto y se dedican a darse de garrotazos entre ellas para tener colocados sus libros en los centros escolares y son capaces de regalar, donar y ofrecer lo que les pidan para ello, por supuesto, en este lance los libreros molestamos y nos tienen al margen, ofreciendo los libros directamente a colegios o ampas y por el contrario el trato que recibimos según contrato cerrado y no abierto a negociación es abusivo, con una capacidad de compra-devolución fuera de rango y con unos precios igualmente abusivos.
   E irrumpe la lectura en formato digital, y por supuesto, si la música se piratea, el cine se descarga de forma ilegal, los libros no iban a ser menos. Con unas ventas ridículas e incrementos anuales de risa, siguen mandando mensajes de los “beneficios” de este sistema. Claro, pero no explican que esos beneficios sólo van dirigidos a las grandes operadoras de internet, o a las distribuidoras internacionales (tipo guerrera clásica) que avasallan al mercado. Ahí están las múltiples quejas de comercio desleal y de monopolio del mercado.
    Y el fomento a la lectura desde la infancia ¿dónde queda?. Esos primeros álbumes, o esos libros con sonido o tacto, esos libros desplegables, los primeros libros de divulgación que página a página te muestran el mundo natural, el cuerpo humano, el espacio… ¿dónde están? Y ellos contestarán: ¡Está todo en internet!
Así es, ¡está todo en internet!
Salvo mi sueño.  Y el de muchos lectores, escritores, ilustradores, correctores, imprentas, distribuidores, y por supuesto, libreros que, sin negar de las nuevas tecnologías, nos sentimos como dinosaurios en vías de extinción.
    Dice Nicholas Carr en su obra Superficiales: “…así como el libro impreso sirve para centrar nuestra atención, fomentando el pensamiento profundo y creativo, Internet fomenta el picoteo rápido y distraído…haciéndonos menos capaces de concentración, contemplación y reflexión”.
    Seguiré luchando ya no por mi negocio, pero sí por una forma de ser y actuar en la vida, y defenderé siempre la lectura, por la sencilla razón de que he recibido tanto de ella que nunca podré devolverle todo lo que me ha dado.
Firmado
Vicente Pina López  

Librero.



2 comentarios:

José María Piñeiro dijo...

Vicente, muchas veces me pregunto cómo es posible la persistencia milagrosa de las librerías ante las circunstancias que describes bien en tu artículo. Tal perseverancia es ejemplar para todos y es lo que nos permite a los lectores compulsivos disfrutar de lugares como tu librería. Felicidades por tu texto, y que tu sueño continúe cumpliéndose.

agustín grau dijo...

Pues sí, Vicente, hay que asumir la realidad y pensar que esto no pinta muy bien. A mí, con cientos de libros leídos a mis espaldas y uno recién publicado, me da mucha pena, pero son los tiempos que corren. No sabemos a dónde va a parar esto ni cómo terminará. A fin de cuentas, también hay que respetar a la gente: si quieren tragar bazofia televisiva en vez de leer, pues no pasa nada, ¡viva la ignorancia, vivan las cavernas!