UN LIBRERO DE PROVINCIAS
Intento escribir
estas letras colocándome en una posición distante y ecuánime, aunque de
antemano sé que será imposible.
Permitirme
presentarme como un “dinosaurio”, del que todos conocéis, al menos, su final.
Así me siento yo. En vías de extinción. Y espero que no sea por una mala
digestión ni por un enorme meteorito (de este modo alguien quedará como muestra
de nuestra existencia).
Soy librero,
vocacional e independiente, de una ciudad de provincias como tantas que hay en
nuestro territorio “apátrida”.
Comencé con este
sueño de vivir junto a los libros desde muy, muy pequeño. La lectura era en
aquellos años una pasión arrolladora, no me importaba estar horas y horas
desmigando aquellos personajes, situaciones o lugares, el tiempo no transcurría
mientras viajaba junto a esas manchas de tinta negra sobre papel, o sobre mis
primeros tebeos o cómics que me descubrían otra forma de leer, aunque sabían a
poco por su brevedad entre mis manos. El tiempo libre lo dedicaba a disfrutar y
a buscar entre las palabras, la descripción o el pasaje que me hiciera vibrar y encontrar ,tras la
historia, al escritor.
La vida me fue
llevando por otros derroteros, hasta que decidí que los sueños están para ser
hechos realidad, abandoné mi trabajo y con mucho esfuerzo y mucha ayuda de la
familia, me embarqué en abrir una librería. Año 2000. “¡Estás loco!”, “Mejor
abre una tienda de informática”. ¡Pues
no!
Comenzar a recibir
las cajas de novedades, ir tocando uno a uno todos aquellos libros, la mayoría
grandes desconocidos, mirar con cariño los nombres de escritores, traductores,
ilustradores; comenzar a conocer tantas y tantas editoriales que, aunque
consideradas “pequeñas” son las grandes de la edición española, con un catálogo
diferente al del lector de impulso o de best-seller, las más de las veces, pero
con libros magníficos por su contenido y extraordinarios en su presentación;
comenzar a entender cómo funciona este mundo desde dentro era lo preciso para
dedicar el resto de mi vida a cumplir este sueño.
Fueron duros los
dos primeros años, muy duros, pero el esfuerzo mereció la pena.
Y llegó la
“crisis”. Así llaman a la desfachatez y el robo de algunos contra la mayoría.
Pero no escribo por esto. Comienzan a bajar las ventas, según las estadísticas
llevamos cinco años de bajada imparable. Desaparecen de todas partes las
actividades y los mensajes de promoción de la lectura, acompañadas de sus
ayudas por parte de cualquier administración púbica. Van cerrando librerías,
algunas vetustas, con una historia literaria propia entre sus paredes. La
mayoría de las veces sólo los clientes más asiduos se percatan de ello.
Mientras, algunas
editoriales, “grandes” editoriales, han de cuadrar números y nos inundan las
estanterías de novedades que casi nunca interesan a nadie, o libros de impulso
que pasado un mes han sido olvidados y arrinconadas por nosotros y destruidos
por ellos, pero así mantienen una facturación constante y no se percatan de que
van asfixiando al cliente, al librero. Otras “editoriales” aprovechan el vacío
legal tras la Ley del libro de 2007, en lo referente al libro escolar o de
texto y se dedican a darse de garrotazos entre ellas para tener colocados sus
libros en los centros escolares y son capaces de regalar, donar y ofrecer lo
que les pidan para ello, por supuesto, en este lance los libreros molestamos y
nos tienen al margen, ofreciendo los libros directamente a colegios o ampas y
por el contrario el trato que recibimos según contrato cerrado y no abierto a
negociación es abusivo, con una capacidad de compra-devolución fuera de rango y
con unos precios igualmente abusivos.
E irrumpe la
lectura en formato digital, y por supuesto, si la música se piratea, el cine se
descarga de forma ilegal, los libros no iban a ser menos. Con unas ventas
ridículas e incrementos anuales de risa, siguen mandando mensajes de los
“beneficios” de este sistema. Claro, pero no explican que esos beneficios sólo
van dirigidos a las grandes operadoras de internet, o a las distribuidoras
internacionales (tipo guerrera clásica) que avasallan al mercado. Ahí están las
múltiples quejas de comercio desleal y de monopolio del mercado.
Y el fomento a la
lectura desde la infancia ¿dónde queda?. Esos primeros álbumes, o esos libros
con sonido o tacto, esos libros desplegables, los primeros libros de
divulgación que página a página te muestran el mundo natural, el cuerpo humano,
el espacio… ¿dónde están? Y ellos contestarán: ¡Está todo en internet!
Así es, ¡está todo en internet!
Salvo mi sueño. Y el
de muchos lectores, escritores, ilustradores, correctores, imprentas,
distribuidores, y por supuesto, libreros que, sin negar de las nuevas
tecnologías, nos sentimos como dinosaurios en vías de extinción.
Dice Nicholas Carr
en su obra Superficiales: “…así como el libro impreso sirve para centrar
nuestra atención, fomentando el pensamiento profundo y creativo, Internet
fomenta el picoteo rápido y distraído…haciéndonos menos capaces de
concentración, contemplación y reflexión”.
Seguiré luchando
ya no por mi negocio, pero sí por una forma de ser y actuar en la vida, y
defenderé siempre la lectura, por la sencilla razón de que he recibido tanto de
ella que nunca podré devolverle todo lo que me ha dado.
Firmado
Vicente Pina López
Librero.
2 comentarios:
Vicente, muchas veces me pregunto cómo es posible la persistencia milagrosa de las librerías ante las circunstancias que describes bien en tu artículo. Tal perseverancia es ejemplar para todos y es lo que nos permite a los lectores compulsivos disfrutar de lugares como tu librería. Felicidades por tu texto, y que tu sueño continúe cumpliéndose.
Pues sí, Vicente, hay que asumir la realidad y pensar que esto no pinta muy bien. A mí, con cientos de libros leídos a mis espaldas y uno recién publicado, me da mucha pena, pero son los tiempos que corren. No sabemos a dónde va a parar esto ni cómo terminará. A fin de cuentas, también hay que respetar a la gente: si quieren tragar bazofia televisiva en vez de leer, pues no pasa nada, ¡viva la ignorancia, vivan las cavernas!
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