sábado, 14 de julio de 2007

Mis fiestas de Moros y Cristianos

En la calle Santa Justa, frente a la librería está la puerta lateral de la iglesia de las santas Justa y Rufina, la portada del Evangelio, de mediados del siglo XVI, sobre ella las hornacinas de las santas. Vacias.
La piedra caliza horadada por hábiles manos renacentistas, ajadas por el tiempo, fragmentadas y débiles han visto pasar grandes boatos y desfiles en sus casi quinientos años de existencia. Últimamente reciben focos de luz que realzan con sombras siluetas ocultas que sólo los viajeros aprecian en la búsqueda del recuerdo visual que narrarán a sus familiares y amigos, quizás a miles de kilómetros de distancia. Son los ojos del viajero.
Cuando un oriolano, en fiestas, desfila o pasea ante la portada no aprecia las hojas de acanto que ennegrecidas le susurran "también es mi fiesta". Esas hojas de frágil caliza que soportan estoicas la pequeña maldad del niño que garabatea su nombre en busca de una inmortalidad pasajera, del perro que marca su territorio de portales y ruedas de vehículos, enloquecido territorio, o la gran maldad del adulto que habla de historia o patrimonio, de ciudad milenaria, pero deja bolsas de plástico, botes de refresco y otros residuos en la esquina de la torre que soporta el reloj de madera de una sola aguja de 1439.
Y prosigue el desfile indefinido de algarabia festera, mientras que algunos corazones se sumergen en la diaria monoteidad del banco que apoyado junto al muro de la fachada en la esquina que sugiere y forma un reducto de paz en el ajetreo de vehículos y vidas, esperan ver pasar otras vidas, que incluso imaginamos como son o como quisieramos que fuesen. Hay un señor mayor, de cano pelo, con gafas, bajito y algo rechoncho, con su cayado apoyado siempre en su mano derecha, que sentado por la tarde en ese banco, espera. A veces, algun conocido se aproxima, entablan una conversación, charlan animadamente, no sé de qué, ni me importa, otras veces es este hombre el que se dirige al transeúnte, al viajero, al turista, y con todo el agrado del mundo le indica qué visitar, dónde comer, e incluso hace de cicerone de la vieja iglesia de las santas Justa y Rufina.

CONTINUARA...

No hay comentarios: