Vivo en una ciudad aparente. Donde el ombligo no es el centro del universo sino el universo mismo, por supuesto sin cordón umbilical, perdido ya por nuestros ancestros más prehistóricos desfasados del pecado original; donde las etiquetas (sin precio) se colocan y descolocan sin ningún miramiento, sin asomo de cobardía aunque por la espalda; donde quién se sonroja es por que algo esconde, o algo bebe, o algo turbio le pasa por la cabeza; donde lo peyorativo es no ser o no estar entre " los elegidos", no "figurar", acaso aparentar.
Piedra antigua sobre piedra moderna, caliza y mármol desgajado del somnoliento sueño que fue y ya no será. Miro a mis ancestros y sólo encuentro en los monótonos libros de historia grandes nombres, sonoros apellidos y escasa humanidad. Me muevo entre paredes verticales añejas, torres deslavadas o ennegrecidas grietas donde antes corazones escribieron su nombre para la posteridad. Hay un espacio - yo he encontrado un único espacio - donde mi desgana se invierte, donde la apariencia no se ve, donde tu nombre no importa pero sí tu aliento, tu ser, tu pensamiento. Y lo hago mio. Y siendo mio quiero que sea de todos, para que cambiemos esa historia, en minúsculas, y creamos que el pasado no importa por que el futuro lo hemos de escribir, entre todos, aunque unos pocos no nos quieran dejar hacerlo. Por que vivo en una ciudad aparente.
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